"Se vive, en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir"
(Miguel de Unamuno, El sentimiento trágico de la vida)
La descripción que hizo Eduardo Galeano de la utopía, aquella que nos enseña a caminar por su tendencia a alejarse un paso más de la distancia que la separa de nosotros, pone el énfasis en el trasegar cotidiano, en la rutina que constituye la trama de los procesos de cambios y transformaciones. Hay implícita una preocupación ética que se hunde en la cotidianidad cual incómoda espina en su costado. El tiempo presente, el hoy y el ahora, esa médula a la vez concreta e inasible que es la cristalización paradójicamente fluída del tiempo, constituye el único momento y el único lugar en el que se hacen realidad los grandes sueños que nos animan. Pero a la vez, la fugacidad del hoy arregla la mesa en la que se sientan a manteles las contradicciones que nos habitan como individuos y las que amenazan con estropear los planes menos mezquinos.
Una de las razones por las que nos cuesta trabajo echarle mano al presente es nuestra dificultad para poner una historia en perspectiva. Quizá la desconozcamos, o bien puede ser que la lectura que hacemos de nuestro pasado no nos educa para la sorpresa.
El presente se las ingenia para que la liebre salte donde uno menos lo piensa.
Hannah Arendt, en el capítulo VI de su ensayo sobre la revolución, examina lo que ella llama "la tradición revolucionaria y su tesoro perdido" para recordarnos que dos grandes revoluciones, la francesa de 1789 y la rusa de 1917, no lograron capitalizar la sorpresa que les depararon los presentes de esos procesos, a saber: una república y unos soviets no dominados por la centralidad de un partido sino animados por la inventiva popular. Arendt explica que tales liebres del presente dan al traste con las construcciones de nuevos mundos porque "el pensamiento post-revolucionario no consigue recordar el espíritu revolucionario." Pareciera como si, en últimas, imperara en los protagonistas de los procesos de cambios "...el temor, incluso entre los más radicales y los menos convencionales entre ellos, de cosas nunca vistas, de pensamientos nunca concebidos, o de instituciones que nunca se habían probado." Es como si fuera inevitable la declaración de René Char con la que Arendt inicia su evaluación histórica: "Nuestra herencia no viene precedida de ningún testamento."
Pero el temor, ni los pudores, ni las prudencias logran cercenarle al pasado su vocación de porvenir. Se espera, se aspira, su proyecta porque se vivió, porque se conoce ya el sabor seductor de la vida
El presente se las ingenia para que la liebre salte donde uno menos lo piensa.
Hannah Arendt, en el capítulo VI de su ensayo sobre la revolución, examina lo que ella llama "la tradición revolucionaria y su tesoro perdido" para recordarnos que dos grandes revoluciones, la francesa de 1789 y la rusa de 1917, no lograron capitalizar la sorpresa que les depararon los presentes de esos procesos, a saber: una república y unos soviets no dominados por la centralidad de un partido sino animados por la inventiva popular. Arendt explica que tales liebres del presente dan al traste con las construcciones de nuevos mundos porque "el pensamiento post-revolucionario no consigue recordar el espíritu revolucionario." Pareciera como si, en últimas, imperara en los protagonistas de los procesos de cambios "...el temor, incluso entre los más radicales y los menos convencionales entre ellos, de cosas nunca vistas, de pensamientos nunca concebidos, o de instituciones que nunca se habían probado." Es como si fuera inevitable la declaración de René Char con la que Arendt inicia su evaluación histórica: "Nuestra herencia no viene precedida de ningún testamento."
Pero el temor, ni los pudores, ni las prudencias logran cercenarle al pasado su vocación de porvenir. Se espera, se aspira, su proyecta porque se vivió, porque se conoce ya el sabor seductor de la vida
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire