“Every
heart to love will come, but as a refugee”
heart to love will come, but as a refugee”
La última vez que lo vi, lloró. Solo su esposa lo conocía mejor que yo. Ella decía que nunca lloraba, excepto cuando su equipo ganó un título importante. Fue una alegría que vivió en vivo y en directo
solamente una vez.
solamente una vez.
El llanto por su equipo no cuenta porque él ni siquiera estaba en el estadio. Siguió la transmisión por radio. Ahí, en la intimidad de su alcoba, sin que su esposa lo viera, lloró. La última vez que lo vi, como les cuento, leyó una carta de despedida y en ella una frase que me dio trabajo encontrar en su contexto. La leyó en su impecable inglés que no ocultaba su acento extranjero. No entendí en ese momento lo que quiso decir.Años después supe que esa noche se estaba arrancando el alma.
Lo volví a ver hace poco. La proverbial reunión de viejos amigos. El espacio para mentirnos diciéndonos que “aquí estamos, con la espada en nuestra mano todavía, con algunos años más y alguna herida.” Lo vi justo cuando entre él y lo que más le importa en la vida mediaba una mano extendida. Él no la aceptó. Lo vi quebrar la intermediación fría, cortés, amablemente inhumana del apretón de manos e imprudentemente abrazar a quien él quiere ofrecérsele como “la hamaca en la cual reposar su peso” (él lee a Gioconda Belli, me confesó el otro día. Su refinamiento no lo exonera del kitsch).
“Every heart to love will come, but as a refugee,” lo había oído decir tiempo atrás, la noche de las lágrimas impúdicas, las que nadie entendió, ni yo que fui tan cercano a él; sobre las que nadie le preguntó, ni yo en cuya sabiduría me refugié tantas veces.
Quizá por eso lo vi abrazar. Los refugiados saben de intermediaciones: las más cordiales suelen ser las más crueles. Supongo que por eso la intermediación mayor, la que realmente importa al menos a mí, y confío en que a él también, tiene poco de formalidad cortés y mucho de estropicio humano. Jesucristo hombre, trátese del Dios humanado o del Jesús histórico que desvela a teólogos y demás sabios, se pone en la mitad: entre un Dios cuya grandeza a veces lo aleja demasiado, y un ser humano cuya angustia casi siempre lo enceguece; dos brazos que se extienden buscando un apretón formal de manos o un simple toque, a lo Miguel Ängel. La intermediación es el abrazo atrevido, no el brazo extendido con la amenaza de un cordial apretón de manos; es el “heart to love.” Poco importa que hieda a refugiado.
Like a gun that you will not learn to aim
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