¿La falsedad es necesariamente mentira? ¿La verdad, una no mentira?
Falsedad.
Verdad.
Mentira.
¿Miembros de una misma pandilla? Después de todo, ellas, sea que se nos vengan en gavilla o de una en una, por separado, pueden y consiguen tener sentido.
Puede ser falso que Pedro esté enfermo. Sin embargo, "lo llamo, Sr. Bermúdez, para informarle que Pedro está enfermo," es una declaración perfectamente válida. Una proposición plausible, diríamos si fuésemos a posar de lógicos. Una proposición que, sin ser cierta, tampoco es falsa.
Y es falsa. A la vez.
¿No es cierto que mentir tiene sentido?
¿Dónde estriba, entonces, la diferencia entre lo falso y lo mentiroso?
¿En la intencionalidad? ¿Las intenciones tienen alguna influencia en el negocio de las mentiras? Es posible. Pero, ¿qué diríamos si lo que busca Pedro no es engañar a su patrón Bermúdez sino estarse un rato más en la cama con su mujer? Su intención es erótica. Lo de la zancadilla laboral es un medio, uno más. Ya se las arreglará después cuando el Sr. Bermúdez le exija alguna prueba médica. Su postura (la de Pedro) es, al menos, lógica. Es falsa, eso sí, pero si de mentira se trata, no le digas eso a la mujer de Pedro, pues en ese ámbito íntimo, la falsedad de la enfermedad de Pedro se desnuda en su abrumadora verdad: que ni Pedro ni ella (la mujer) se llaman a engaños.
La lógica solamente repara en si la proposición es falsa o verdadera. ¡Al traste con las intenciones! Una proposición puede ser falsa sin que su propósito sea la trampa. ¿Qué me dirás si te digo que en el caso de que una proposición, además de falsa, busque la finalidad de engañar, pone a la falsedad en el mismo terreno de la verdad? Digo esto porque, así como la trampa escapa a la lógica y entra en el ámbito de las intenciones, de igual manera la verdad se asume como tal cuando da a conocer su intencionalidad.
Que igualmente puede ser falaz.
Pedro va a empeorar si en lugar de andarse con falsedades liberadoras se va a trabajar.
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"Él
es es el padre de toda mentira y ha sido un mentiroso desde el
principio," dijo en cierta ocasión Jesucristo hablando de Satanás,
nombre tenebroso que no debería serlo. En tanto sustantivo puede, y
debería, ser traducido como "acusador" o "adversario." Para serlo, no
hace falta ser infernal. Basta con que te ajustes a los hechos, si es
que vas a acusar, o te armes de valor, si es que venís aquí con ínfulas
de adversario. Cualquiera de esas dos funciones recibe del averno sólo
un ingrediente: la confusión diabólica que fácilmente te puede poner en
el terreno de la mentira si te andas con verdades.
Para que el diablo me acuse no necesita armar un dossier engañoso. Le es suficiente con que se acerque al Juez Supremo y le diga toda la verdad acerca de mí. Si me asusta como adversario no es porque huela a azufre ni me recuerde el ahora risible escudo del América de Cali. Del diablo me aterra su amenaza de ponerme su espejo al frente para que yo vea mi reflejo fiel.
La proposición de Satanás es verdadera porque falsea la realidad. Es falsa porque da un relato fidedigno de lo que sucede, y esta es la historia real que falsea el más grande de los relatos: tú trabajas con ahínco y tu pobreza avanza; tú defiendes tu tierra y te rotulan de terrorista; tú confiesas y te cierran la puerta; y si se te da por amar... mejor no entremos en esos lodazales.
Dos proposiciones falsas, nos recuerda la lógica, pueden llevar a una conclusión verdadera. Miente. Quizás des con la verdad.
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