mardi 27 janvier 2015

Hambre

El hambre regresó. Ya antes me había asediado, y para entonces mis preocupaciones centrales eran: (a) una chica que no me prestaba atención, (b) una chica que me prestaba demasiada atención, (c) entender a Julia Kristeva, (d) luchar con las ideas de Tzvetan Todorov, (e) extasiarme con Roland Barthes, (f) discutir a Manuel Puig, (g) actualizar mis credenciales en la socialbacanería lo que me exigía mantenerme al día con lo más reciente de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Georges Moustaki, (h) una chica que no me prestaba atención...

Y así.

El hambre se las ingenia para hacerse sentir. No hay agenda lo suficientemente noble, seria, atiborrada, que no se rinda ante su acoso. En mis fragilidades de estudiante de pregrado me mostró la vulnerabilidad del material del cual estoy hecho.

Que no es muy noble. El buen viejo libro dice que no somos más que polvo. No solamente se trata del polvo primigenio que nos hace hermanos con las estrellas, sino que también es el polvo aquél, el esparcido por una pareja en un algún momento febril, en lo secreto de los muchos silencios que constituyen el ámbito que las parejas suelen crear sin el cual ya no pueden vivir y por el cual dejan la piel en el alambrado al defenderlo.

El hambre, pues, regresó. Esta vez se coló en el ejército invasor que organizó un zancudo portador del ya afamado virus del chikunguya. Luego de que las fuerzas del Gral. Zancudo cumplieran con su función de agotar mis reservas hídricas, triturar mis coyunturas, meterle candela a mi organismo para que el termómetro anduviera por alturas andinas y me cocinara a fuego lento en una fiebre hasta entonces no experimentada, quedé exhausto en cama sin poderme mover. Era la oportunidad para que el hambre se sentara en el borde a mirarme y velar mi lento deterioro. Durante ocho dias no pude pararme a comer.

El hambre, tan cercana. ¿Se fijaron en la disrupción gramatical? Si el hambre es un sustantivo masculino el adjetivo debería estar en masculino. Sin embargo, así no hablamos. Cuando sentimos el hambre la sentimos en femenino. Al hambre la sufrimos. ¿Cuestión de diversidad de género? ¿Manifestación de sus alcances universales? ¿O será que el hambre reclama ser natural, originada en algún mandato divino que supera las convenciones de género que nos inventamos para aglutinar una porción de la humanidad allá, y la otra más acá?

¿No será también que el hambre nos hermana? Yo he visto sus víctimas, aquellas que reptan por lo eslabones más bajos de la cadena alimenticia, poner la mesa, abrir la despensa, la una tan magra como la otra, y recibir con un abrazo a quien sufre tanta hambre como él, como ella.

Me niego a reconocerle carta de ciudadanía. Rechazo su pretensión de ser un fenómeno natural, un dictum de la voluntad divina. Escribo esto un 27 de enero, una fecha que conmemora dos eventos y espacios marcados por el hambre: (a) la liberación de Auschwitz y (b) el final del sitio a Leningrado. Se calcula que de las 2.5 millones de víctimas, un millón de ellas muerieron de hambre mientras resistían el sitio impuesto por los nazis.

A propósito de los nazis. El hambre también sienta sus reales allá arriba, en lo más alto de la cadena alimenticia. Mientras los de abajo comparten sus recursos escasos, los de arriba se lanzan con furia a sus respectivas yugulares y forcejean por los abundantes graneros del mundo entero.

Para un informe actulizado de las corporaciones que controlan la industria alimenticia, ver http://247wallst.com/special-report/2014/08/15/companies-that-control-the-worlds-food/


Y echan a rodar el hambre cadena abajo.

El hambre me visitó. Mi hermano la avergonzó. Supongo que ella me tiene en alta estima y que se imagina que yo deambulo por los pasillos de los eslabones más refinados en lo más encumbrado de la ya mentada cadena. Se equivocó. El mío es un mundo de solidaridad. En el mío, el hambre se muere de hambre.

dimanche 18 janvier 2015

El infierno (Pensando en fundamentalismos y masacres)


"En el segundo capítulo de ¿Por quién doblan las campanas? Hemingway relata el día en que los republicanos (con quienes él simpatiza, en tanto hombre y en tanto autor) conquistan un pequeño poblado que estaba en manos de los fascistas. Los liberadores condenan sin proceso alguno a una veintena de personas y les dan caza en el sitio en el que ya habían agrupado a hombres armados con mayales, tridentes, guadañas para que ejecutasen a los culpables. ¿Culpables? A la mayoría no se les podía reprochar su pertenencia pasiva al partido fascista. Aunque los verdugos, aldeanos simples que los conocían bien y no los detestaban, eran reticentes y de naturaleza tímida, no fue más que bajo el efecto del alcohol y, después, al calor de la sangre, que se excitaron hasta el punto que la escena (¡su descripción detallada ocupa casi la décima parte de toda la novela!) termina con el desencadenamiento de una atrocidad de tal crueldad que todo degenera en un infierno.



Invariablemente, los conceptos estéticos se transforman en interrogantes. Yo me pregunto: la Historia, es trágica? Planteémoslo de manera diferente: la noción de tragedia, tiene acaso algún sentido por fuera del destino personal? Cuando la Historia pone a las masas, los ejércitos, los sufrimientos y las venganzas en movimiento, no se pueden distinguir las voluntades individuales; la tragedia es engullida completamente por las rebosantes alcantarillas que serpentean por el inframundo. En rigor, uno podría buscar la tragedia bajo los escombros de los horrores, en la primera impulsión de aquellos que tuvieron el coraje de arriesgar sus vidas por la verdad.

Pero hay horrores de los cuales ninguna búsqueda arqueológica encontrará el menor vestigio de tragedia: las matanzas por dinero; peor, por una ilusión; peor aún, por una estupidez. El infierno (el infierno en la tierra) no es tragedia. El infierno es el horror sin ningún asomo de tragedia." 
(Milan Kundera, Le rideau, Paris: Gallimard, 2005)


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samedi 10 janvier 2015

My brother, my killer

Tanto el emisor como el destinatario de la carta que reproduzco son mis amigos. Se trata de una carta enviada hace ya un tiempo y que uno de ellos me la comparte. Por hacer referencia a una de las canciones de mi nunca bien admirado Leonard Cohen (Famous Blue Raincoat) y por tratarse de una historia que conozco con sus mensajes aleccionadores y sus devastaciones de hondo calado, obtuve el permiso del caso para publicarla. No es usual que los hombres involucrados en una historia de este calibre se hablen entre ellos. La carta es, por lo tanto, inusual. No tuve que hacerle cambio alguno pues no se hablan con sus nombres, que en caso de haberse presentado, los hubiera omitido.

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My brother, my killer:

Our beloved troubadour says so in one of his songs: "my brother, my killer." It's a song that it's actually a letter. It's addressed to someone who wears a famous and now frayed blue raincoat, someone who "treated my wife nicely."

I listened to the song but I didn't understand it. I googled the lyrics and followed them along. My English is just passable. Survival English, I would say. I am writing in my native French and asking Google to translate it for me. I want to be at the level of your impeccable English although both of us, as francophones are already on the same level.

Or were. Way before my wife blurted out her confession I already had this hunch that warned me that something had broken between us (toi et moi). It didn't come as a surprise to hear from her that it was you the man she was involved with. In spite of her popularity, good looks and that head of hers on her shoulders I still think that there is no man fit for her. If she ever were to get astray it would be for someone like you.

That leads me to my anger. Since you heard that I still am angry I decided to write to you. We have not spoken to each other since the night you called me and we spent two hours on the phone. After all these years it is time for me to do something I never do because I think it is useless and not that manly: putting my feelings in writing.

My anger has to do with the only virtue that I see in you. I did not feel threatened by you nor I considered you a rival. There is a reason why my wife saw the need to humble herself and ask me to let her back in. I am aware that I am fitter, more handsome, taller, funnier than you. I am what you are not: a good dancer, a superb cook, a pragmatic and down to earth guy, highly popular and sociable, outgoing, and as an engineer I am more inclined to find solutions than to raise questions.

But I am at odds with words. It angers me that you left in her, on her, inside of her, all around her, the indelible marks of your words. It is as if you stripped her off her old and worn out garments and delicately knitted for her a dress made of words, the ones that put her on another orbit, the dress that follows lines, curves along her body and her inner self that remain hidden to my superficial gaze.

After you, she is not the same. She is more of herself. I am not myself either. See? Now I can grasp nuances that I did not even care about before. Marriage counselors say that an affair is a good thing for a marriage, but in our case your affair with my wife has drifted us farther apart.

Perhaps I should rephrase that. My wife and I were already apart from each other. We have never been close. I was happy with that state of the art. Life was a breeze because our arrangement made it easier for us to mind our own separate businesses. As a pragmatic fellow I do not care about the niceties of love life. She did not seem to mind that either. The problem that our post-affair life brought about is that the gulf between us is the elephant in the room, now visible.

I hate your gift. My wife has not cast away the dress you designed for her. I cannot help but noticing her wearing it whenever I sent a wayside glance her way. I hate it that because of you the gap that rendered my life livable in the past stands today as a challenge I do not want to face.

Going back to the famous blue raincoat song, I can say that I also hear that you are building your house in the desert and that you are living for nothing. Let me tell you that hearing that gives me a sense of revenge. Yet, do not misunderstand me. Mine is also a house in the desert. I guess my wife's is located in a similar environment. It does not help me at all that with her confession my wife put the remote control in my hand. I can now sit comfortably on my leather couch and have her do whatever I want. My forgiveness is a debt she feels obligated to pay in daily installments although I have not sketched our daily lives out that way. She has become the loveliest woman a thousand miles around, which means that life is dull. Our respective houses are being built in separate deserts. We too are living for nothing.

But I needed to tell you, my brother, my killer, that I hate you

Sincerely,

Your brother and would-be killer

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