Lo que hablamos los hombres...
Apartes de una charla con mi mejor amigo. Eso fue el pasado 12 de Marzo.
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¿Por qué llega el tedio? ¿Cuáles son sus rutas? A veces llega porque los deseos se satisfacen. El deseo identifica un objeto hacia el cual moviliza todas las fuerzas que lo constituyen a uno. El deseo puede convertirse en proyecto de vida. La búsqueda, la persecución, el seguimiento que provoca el objeto del deseo le dan a la vida los ingredientes para hacerla apetitosa. Aparecen, entonces, la ansiedad, el anhelo, las ilusiones. La vida se aventura por las nebulosas de los castillos en el aire y se entretiene en los sueños que uno empieza a concebir con los ojos abiertos.
Y los deseos se cumplen. Suele suceder que tras la satisfacción llega el aburrimiento, o la depresión. La búsqueda del objeto del deseo marca la trocha cuesta arriba. Una vez que tú llegas al filo de la montaña, lo que ves desde allá arriba son hondonadas, cañadas, abismos. Si quieres seguir caminando tienes que empezar a bajar. Como ya lo dijo Joan Manuel Serrat en sus Bienaventuranzas: “Bienventurados los que alcanzan la cima porque el camino que sigue es hacia abajo.” Los hombres estamos más directamente conectados a esa fuente de depresión por aquello del diseño sexual con el que fuimos hechos. Eyaculamos y después solo queremos dormir, comer o que nos dejen en paz. Si quieren que continuemos la faena, pues que nos traigan otra, pero no la misma (A menos que se trate de “la misma” de Alejo Durán cuando le preguntaron si todo ese montón de hijos que procreó los había tenido con la misma. El respondió: “Sí, pero con diferentes mujeres…”).
O también puede ser que lo que uno identifica como tedio es desesperanza aprendida. Al mismo tiempo que el deseo empuja también genera esperanza. De alguna manera uno entiende que no lo puede lograr todo. Algunas cosas llegan, hay que esperarlas. Al final de cuentas la vida también es don, un regalo que debe llegar de alguna parte. No se si eso era lo que el morbo popular tenía en mente cuando acuñó el colombianismo: “ella me lo dio.” Hay conquista, hay búsqueda, hay toma de iniciativas, pero en últimas lo que se sueña, se anhela y se desea llega también como si fuera un regalo.
¿Y si no llega el regalo? ¿Qué pasa si la meta no se cumple? ¿Qué sucede si acaso llega pero no en los términos soñados? ¿Cómo se siente el atleta que seis meses después de la competencia recibe la medalla de oro porque el ganador dio positivo en alguna prueba de dopaje? El atleta se metió en ese asunto porque quería ser campeón, y consigue el título, pero no en el momento deseado ni en las condiciones que había acariciado. Florentino Ariza que persigue a su Fermina Daza toda la vida y al fin la consigue sólo cuando los dos ya son ancianos. ¿No se colará por ahí el sinsabor del aprendizaje a no esperar?
Cualesquiera sean las raíces de tu condición actual, me pregunto si quizá el aburrimiento y la desesperanza aprendida se están asomando por tus potreros cogidos de la mano. No es claro si la desazón en la vida se debe a que te aburriste o se aburrieron contigo. Algunas metas tuyas no se cumplen y se va empozando una sordidez que incrementa el peso de la vida.
Es temprano en este momento, es lunes, ni modo de decirte a estas horas que la siguiente cerveza va por cuenta mía. Te ofrezco entonces un pocillo cuádruple de café. Sería el segundo para mí, y va por mi cuenta. Seguimos en la trocha, viejo. Acompañémonos que la caminata es larga.
Apartes de una charla con mi mejor amigo. Eso fue el pasado 12 de Marzo.
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¿Por qué llega el tedio? ¿Cuáles son sus rutas? A veces llega porque los deseos se satisfacen. El deseo identifica un objeto hacia el cual moviliza todas las fuerzas que lo constituyen a uno. El deseo puede convertirse en proyecto de vida. La búsqueda, la persecución, el seguimiento que provoca el objeto del deseo le dan a la vida los ingredientes para hacerla apetitosa. Aparecen, entonces, la ansiedad, el anhelo, las ilusiones. La vida se aventura por las nebulosas de los castillos en el aire y se entretiene en los sueños que uno empieza a concebir con los ojos abiertos.
Y los deseos se cumplen. Suele suceder que tras la satisfacción llega el aburrimiento, o la depresión. La búsqueda del objeto del deseo marca la trocha cuesta arriba. Una vez que tú llegas al filo de la montaña, lo que ves desde allá arriba son hondonadas, cañadas, abismos. Si quieres seguir caminando tienes que empezar a bajar. Como ya lo dijo Joan Manuel Serrat en sus Bienaventuranzas: “Bienventurados los que alcanzan la cima porque el camino que sigue es hacia abajo.” Los hombres estamos más directamente conectados a esa fuente de depresión por aquello del diseño sexual con el que fuimos hechos. Eyaculamos y después solo queremos dormir, comer o que nos dejen en paz. Si quieren que continuemos la faena, pues que nos traigan otra, pero no la misma (A menos que se trate de “la misma” de Alejo Durán cuando le preguntaron si todo ese montón de hijos que procreó los había tenido con la misma. El respondió: “Sí, pero con diferentes mujeres…”).
O también puede ser que lo que uno identifica como tedio es desesperanza aprendida. Al mismo tiempo que el deseo empuja también genera esperanza. De alguna manera uno entiende que no lo puede lograr todo. Algunas cosas llegan, hay que esperarlas. Al final de cuentas la vida también es don, un regalo que debe llegar de alguna parte. No se si eso era lo que el morbo popular tenía en mente cuando acuñó el colombianismo: “ella me lo dio.” Hay conquista, hay búsqueda, hay toma de iniciativas, pero en últimas lo que se sueña, se anhela y se desea llega también como si fuera un regalo.
¿Y si no llega el regalo? ¿Qué pasa si la meta no se cumple? ¿Qué sucede si acaso llega pero no en los términos soñados? ¿Cómo se siente el atleta que seis meses después de la competencia recibe la medalla de oro porque el ganador dio positivo en alguna prueba de dopaje? El atleta se metió en ese asunto porque quería ser campeón, y consigue el título, pero no en el momento deseado ni en las condiciones que había acariciado. Florentino Ariza que persigue a su Fermina Daza toda la vida y al fin la consigue sólo cuando los dos ya son ancianos. ¿No se colará por ahí el sinsabor del aprendizaje a no esperar?
Cualesquiera sean las raíces de tu condición actual, me pregunto si quizá el aburrimiento y la desesperanza aprendida se están asomando por tus potreros cogidos de la mano. No es claro si la desazón en la vida se debe a que te aburriste o se aburrieron contigo. Algunas metas tuyas no se cumplen y se va empozando una sordidez que incrementa el peso de la vida.
Es temprano en este momento, es lunes, ni modo de decirte a estas horas que la siguiente cerveza va por cuenta mía. Te ofrezco entonces un pocillo cuádruple de café. Sería el segundo para mí, y va por mi cuenta. Seguimos en la trocha, viejo. Acompañémonos que la caminata es larga.